La fiebre puerperal

La fiebre puerperal

Ignaz Semmelweis, médico de la primera división de maternidad del Hospital General de Viena, se sentía angustiado al ver que una gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa división contraían una fatal enfermedad, conocida como fiebre puerperal o fiebre de postparto.
Una opinión atribuía la fiebre puerperal a influencias epidémicas, que se extendían por distritos enteros y producían la fiebre puerperal en las mujeres que se hallaban de postparto. Semmelweis señaló que algunas de las mujeres internadas en la división primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores del parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal entre estos casos de parto callejero era más bajo que el de la división primera.
Otra opinión era el hacinamiento. Pero Semmelweis afirmó que, de hecho, el hacinamiento era mayor en la división segunda, en parte por los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la célebre división primera.
Una comisión designada para investigar el asunto atribuyó a la frecuente de la enfermedad en la división primera a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos.
Las lesiones producidas naturalmente en el proceso del parto eran mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso; las comadronas que recibían enseñanzas en la división segunda reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos efectos.
Kolletschka, amigo de Semmelweis, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas que Semmelweis había observado en las víctimas de fiebre puerperal.
Semmelweis comprendió que la materia cadavérica que el escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de Kolletschka había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el curso de la dolencia de Kollerschka y el de las mujeres de su clínica llevó a Semmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían muerto por un envenenamiento de la sangre del mismo tipo: él, sus colegas y los estudiantes de medicina habían sido los portadores de la materia infecciosa, porque él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de autopsias, y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos solo de un modo superficial.
Semmelweis puso a prueba esta posibilidad, de forma que si la suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos.
La mortalidad puerperal comenzó a decrecer, descendió hasta el 1,27% en la primera división, frente al 1,33 de la segunda.
Posteriormente experiencias clínicas llevaron a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, después de haberse desinfectado las manos, examinó primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado; procedió luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientas murieron de fiebre puerperal.
Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía se producida no solo por materia cadavérica, sino también por materia pútrida procedente de organismos vivos.

Volver al inicio del blog

0 comentarios: